Cristina del Pilar Buenaño (Ecuador) - La belleza y la parca / La mesa de Guayacán
LA BELLEZA Y LA PARCA Los pliegues rasgados de sus ojos eran los mismos que un día robaban las miradas de todo aquel que la veía pasar y ahora le daban la bienvenida a quien despreciaba tanto, una completa extraña: vejez. Trató de posponer su llegada con cremas, elíxires, baños aromáticos e incluso había dejado de sonreír. Contra todo intento, esta se acomodaba en su habitación como si fuera suya, ocupando todos los espejos, metiéndose hasta en la cama, por lo cual ya ni tenía deseos de dormir. Incómoda, desfachatada, venía con el solo propósito de matar a su belleza. Así como una rosa que se marchita, un día desprende aquel aroma que te permite suspirar, pero, al siguiente, nos deja ver cómo caen sus pétalos. Desde entonces, el resto de los días contarán con su compañía, hasta que llegue la visita menos esperada, la muerte.