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Mostrando entradas de julio, 2020

Elsy Santillán Flor (Ecuador) - Tres patios para Antonia

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TRES PATIOS PARA ANTONIA   Antonia era así..., como de hielo, glacial, helada..., o como de piedra, granítica, dura, rugosa. Elena aseguraba que era buena, dócil, maravillosa... Y este era el mejor punto, el real, el ganador. Yo le tenía miedo. Era un miedo oscuro, tenebroso, afilado, que hincaba mis pequeños años tristes. Elena se llamaba mi tía, mi cuida­dora, mi refugio. Yo su sobrina, su prote­gida, su empleada. Mi oficio era barrer los tres grandes patios cuadrados que Elena poseía en su casa antigua y recia, en aquella casa de por lo menos doscientos años, en donde al atardecer las sombras se confundían con los pilares y escuálidas ramas intrusas en los tejados, se bambo­leaban frente al frío aire que recorría el ambiente. En esa casa crecí, pues desde que empezaron mis recuerdos no aparece en mi memoria alguna otra. Con los años supe que era huérfana, hallé un recorte antiguo oculto en un inmenso libro de escritura griega. Elena me salvó de morir por lo que he colegido; igno

Rigael Toro (Ecuador) - Del néctar en las flores

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DEL NÉCTAR EN LAS FLORES Mi pequeña, bien sé que tienes el anhelo de oír una historia de tamaño colosal como lo es tu corazón, pero, para lograrlo, te hablaré de unas pequeñas aves. He notado que en tu rostro solo existe perplejidad; una tierra sin sueño. Recuéstate en mi pecho. Adelante, ten confianza. Aquí es el sitio donde nacieron las primeras luces y los vientos y los primeros rayos del alba y, por supuesto, la primera gota de lluvia que nos miente y oculta el cielo al mismo tiempo que nos refresca en su verdad. Un cielo que hoy por hoy ya no nos contempla juntos otra vez. Recuéstate y atiende, porque el corazón sabe de aquello que aconteció alguna vez. Hay bellezas que nacen sin que hayan sido observadas por el ojo humano. Escucha y duerme. Ya mucho tienes con los afanes de la vida .   Vamos. Mucho tiempo atrás, antes de que nuestras mañanas se revistan de latón y caminemos en las plazas de hierro, sí, ¡no me lo vas a creer!, aquellas mañanas se cubrían de oro. Ese granito