Edmundo Rodríguez A. (Ecuador) - El dueño de la casa.
EL DUEÑO DE LA CASA -Alza el remo, compadre Coyote ¡Yo me lanzo primero! -No aquí, primo. Más al centro. ¡Sigue remando! -Escucha. Algo está gritando la tía. No alcanzo a oír lo que dice. -Por allá puede ser. ¡Mira! Ya no veo tantas algas. -Es verdad. ¡Genial! ¡Yo me lanzo primero! -¡No, no, calma! Tú controlas bien el bote. Escucha: yo iré hasta el fondo y luego vas tú, pero mañana serás el primero en cazar una tórtola. -¿Una tórtola, compadre Coyote? ¿Y robarle tiempo a su corta vida? ¡Jamás! No me pidas eso. Ya es un año que no hago trampas. ¿Sabías que todas las aves van al cielo con los rayos de la luz del alba? -¿Los rayos del alba? ¡Cielos, primo! ¿De qué estás hablando? Como sea, voy primero. En el muelle, la tía Mary agitaba los brazos pidiendo que saliéramos del agua, pero, en ese instante, nos hallábamos tan lejos de la orilla que sólo intuíamos aquello que ordenaba. De inmediato, eché un vistazo a los ojos de mi primo. Es